La insólita vida de Grigori Rasputín.

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Hace más de un siglo, en el remoto pueblo de Pokrovskoye en Siberia, nació Grigori Yefímovich Rasputín, cuya vida singular lo llevaría desde sus humildes orígenes como un campesino semi-analfabeto hasta convertirse en un personaje clave en la historia de la Rusia zarista del siglo XX.

Desde joven, Rasputín se destacó por sus supuestas profecías y visiones, ganándose el título de «niño prodigio» entre sus ocho hermanos. Sin embargo, su destino tomó un giro inesperado cuando, en lugar de seguir las expectativas de su familia, se sumergió en la delincuencia, el alcoholismo y un matrimonio temprano que terminó desmoronándose.

A los 19 años, Rasputín contrajo matrimonio con Praskovia Dubrovina, con quien tuvo cinco hijos, aunque los dos primeros murieron al nacer. A pesar de tener una familia, su espíritu aventurero lo llevó a abandonar su hogar en busca de espiritualidad. En este viaje, se unió a los Jiystý, una secta cristiana prohibida que practicaba rituales extremos de autoflagelación y arrepentimiento.

Los años de Rasputín en esta secta estuvieron marcados por fiestas tumultuosas, encuentros sexuales, litros de alcohol y sadomasoquismo, todos justificados como parte de un proceso divino de purificación.

La vida de Rasputín dio un giro decisivo cuando logró infiltrarse en la aristocracia rusa y se convirtió en el confidente de la zarina Alejandra. Su supuesto poder sanador, especialmente en el tratamiento de la hemofilia del heredero al trono, Alexéi, le otorgó una influencia significativa en la familia Romanov. Además de su papel como asistente espiritual, Rasputín influyó en las decisiones políticas del zar Nicolás II.

Durante la Primera Guerra Mundial, Rasputín advirtió al zar sobre la inminente destrucción del imperio, pero sus advertencias fueron ignoradas. La derrota militar y la crisis económica siguieron, acelerando la caída de los Romanov y desencadenando la Revolución Rusa en 1917.

Con la aristocracia exigiendo la cabeza de Rasputín, su muerte se convirtió en un hecho inevitable. En 1916, fue invitado a la mansión de Felix Yusupov bajo la excusa de recibir predicciones. Aunque intentaron envenenarlo con cianuro sin éxito, finalmente lograron acabar con su vida mediante disparos y arrojándolo al río Neva.

La muerte de Rasputín marcó el fin de su influencia en la corte, pero su figura sigue siendo envuelta en misterio. ¿Fue realmente un curandero milagroso o simplemente un hombre astuto que aprovechó las debilidades de los Romanov? Su legado perdura, inmortalizado incluso en la canción «Rasputin» del grupo musical Boney M.

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