septiembre 28, 2024

La Fascinante y Misteriosa Historia de la Isla Hashima

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La isla Hashima, también conocida como Gunkanjima o «Isla del Acorazado» debido a su apariencia, es un lugar fascinante y enigmático que ha capturado la imaginación de muchos. Esta pequeña isla, ubicada a menos de 4 kilómetros de la costa de Nagasaki, Japón, es un testimonio del rápido avance industrial del país y también de su capacidad para abandonar rápidamente lo que ya no es útil. Aunque hoy en día es un sitio turístico y un lugar de culto para los amantes del misterio y la historia, Hashima tiene un pasado lleno de contrastes, desde el auge de la industria del carbón hasta la explotación y el abandono total en un periodo sorprendentemente corto. En este artículo, exploraremos en detalle la historia de esta isla, su ascenso, su declive y su legado.

El descubrimiento del carbón y el inicio de la industria

A mediados del siglo XIX, Japón estaba en un proceso de transformación significativa. Después de siglos de aislamiento, conocido como el período Edo, el país comenzó a modernizarse y a industrializarse rápidamente. Este período, conocido como la Restauración Meiji, fue clave para el desarrollo de Japón como una potencia industrial. Fue durante este tiempo que se descubrió una veta de carbón en el subsuelo marino de Hashima, lo que cambiaría el destino de la isla para siempre.

En 1887, la compañía Mitsubishi compró Hashima para explotar este valioso recurso. Entre 1885 y 1889, se construyeron dos túneles verticales que llegaron hasta los 200 metros bajo tierra. La explotación del carbón comenzó en 1890 y, en poco tiempo, la isla pasó de estar deshabitada a convertirse en un bullicioso centro de actividad minera.

El descubrimiento del carbón de alta calidad en Hashima atrajo a miles de trabajadores a la isla. En tres décadas, la población de la isla creció a unas 3,000 personas, todos ellos trabajadores y sus familias. Para acomodar a esta creciente población, Mitsubishi comenzó a construir viviendas y otros edificios en la isla. En 1916, se construyó el primer gran edificio de hormigón armado de todo Japón, y un año después, la isla contó con el rascacielos más alto del país.

La producción de carbón en Hashima continuó creciendo, incluso durante las guerras que Japón mantuvo con China y Rusia, y más aún durante la Segunda Guerra Mundial. En 1941, el mismo año en que Japón atacó Pearl Harbor, Hashima alcanzó su récord de producción de carbón con 410,000 toneladas.

La vida en Hashima

La vida en Hashima no era fácil. La isla, con una extensión de apenas 480 por 150 metros, estaba extremadamente superpoblada. En su pico, la población alcanzó las 5,300 personas, lo que resultaba en una densidad de 83,000 personas por kilómetro cuadrado. Para tener un parámetro, en la actualidad, Mónaco es el país más densamente poblado del mundo con solo 18,000 personas por kilómetro cuadrado.

Debido a la falta de espacio, la isla estaba llena de enormes edificios, uno al lado del otro, con infinitas escaleras. Era tan densa la construcción que se decía que no era necesario utilizar paraguas en Hashima, ya que los edificios se conectaban unos con otros, proporcionando un refugio constante.

A pesar de las duras condiciones de vida, Hashima también era un lugar de grandes avances tecnológicos. Durante las décadas de 1950 y 60, la isla se llenó de productos electrónicos. Los ingresos altos derivados del trabajo en la mina permitieron a los residentes adquirir televisores y radios en abundancia, convirtiendo a Hashima en el lugar con más aparatos electrónicos per cápita en Japón.

Para mejorar la calidad de vida de los residentes, se construyeron varias instalaciones en la isla, incluyendo restaurantes, casinos, clubes, decenas de tiendas, una escuela, un gimnasio, un hotel, un hospital, una cancha de tenis, una oficina de correos, un burdel y hasta una comisaría. Sin embargo, la geografía de la isla no permitía grandes comodidades, y la vida seguía siendo un desafío para muchos.

El lado oscuro de Hashima

La historia de Hashima también tiene un lado oscuro. Durante los años de guerra, la isla fue escenario de abusos y crímenes atroces. Los japoneses llevaron a prisioneros de guerra y esclavos coreanos y chinos a la isla, quienes fueron forzados a trabajar en la mina en condiciones extremadamente duras. Bajo tierra, la temperatura podía llegar a los 30 grados Celsius con una humedad del 95%, lo que hacía el trabajo casi insoportable.

Se estima que alrededor de 1,300 trabajadores murieron en Hashima, ya sea en las minas debido a las malas condiciones laborales o por malnutrición y cansancio extremo. Esta terrible historia de explotación inspiró la película de 2017 «Battleship Island», que aunque no se filmó en Hashima, reflejó la dura realidad de la vida en la isla durante ese período.

El declive y abandono

La producción de carbón en Hashima continuó hasta que el petróleo comenzó a ganar terreno como la principal fuente de energía en el mundo. A medida que el petróleo se volvía más accesible y económico, la explotación de carbón en un lugar tan inhóspito como Hashima dejó de ser rentable. En 1974, Mitsubishi decidió cerrar la mina y trasladar a los trabajadores a otras zonas de Japón.

El 15 de enero de 1974 se anunció el cierre de la mina, y solo tres meses después, en abril de ese año, la isla quedó completamente desierta. Los edificios y viviendas fueron abandonados, expuestos a los fuertes vientos y la salinidad del mar.

Después de su abandono, Hashima quedó olvidada por muchos años. Sin embargo, con el tiempo, la isla comenzó a atraer la atención de historiadores, periodistas y turistas. En 2005, la prefectura de Nagasaki se hizo cargo de la isla y, en 2009, se abrió la posibilidad de que los turistas visitaran Hashima.

En 2015, Hashima fue declarada Patrimonio Histórico por la UNESCO como parte de los sitios que muestran la revolución industrial de la era Meiji. Sin embargo, esta declaración no estuvo exenta de controversia. Corea protestó, recordando que muchas personas fueron torturadas y forzadas a trabajar en la isla. Finalmente, ambos países llegaron a un acuerdo: Corea apoyaría la declaración de interés a cambio de que Japón reconociera que en Hashima hubo trabajo forzado.

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