La disputa entre Roger Waters y David Gilmour: orígenes y evolución
La rivalidad entre Roger Waters y David Gilmour, dos pilares fundamentales de Pink Floyd, marcó la historia de la banda tanto musical como personalmente. Aunque su colaboración dio lugar a obras maestras como The Dark Side of the Moon y Wish You Were Here, las tensiones se hicieron evidentes durante la creación del icónico álbum The Wall (1979).
El inicio de la discordia
Durante las sesiones de grabación de The Wall, Waters asumió un papel autoritario en el proceso creativo. Argumentaba que las contribuciones de los demás miembros —Nick Mason, Richard Wright y David Gilmour— eran innecesarias, especialmente en términos de escritura de letras. Este comportamiento egocéntrico deterioró la dinámica del grupo. Incluso Richard Wright fue despedido durante la grabación del álbum, aunque luego participó como músico contratado durante la gira.
El éxito de The Wall consolidó a Waters como el líder creativo de Pink Floyd, pero también incrementó su distancia emocional y física con la banda. Durante la gira del álbum, Waters incluso optó por alojarse en hoteles diferentes al resto del grupo.
La ruptura definitiva
En 1985, tras la gira de The Final Cut (1983), un álbum que Waters escribió casi en su totalidad, el bajista decidió abandonar Pink Floyd, creyendo que la banda no podría continuar sin él. Declaró públicamente que Pink Floyd estaba «creativamente agotado» e intentó disolver la banda legalmente.
David Gilmour, quien había asumido un rol más prominente en la música de la banda desde Wish You Were Here, se opuso rotundamente. Aseguró que Pink Floyd podía continuar sin Waters, y junto a Nick Mason, llevó el caso a los tribunales.
El juicio: quién ganó
El conflicto legal culminó con una victoria para Gilmour y Mason. El juez dictaminó que Pink Floyd podía seguir existiendo como banda, y el nombre y la identidad del grupo quedaron bajo su control. Gilmour lideró el nuevo Pink Floyd, lanzando los álbumes A Momentary Lapse of Reason (1987) y The Division Bell (1994), que obtuvieron éxito comercial, aunque con un sonido algo distinto al de la era de Waters.
Por su parte, Waters se centró en una prolífica carrera en solitario. En 1990, organizó un legendario concierto en Berlín, donde interpretó The Wall con invitados como Van Morrison, Cyndi Lauper y The Scorpions, en un evento que marcó el fin de la Guerra Fría. Aunque el espectáculo fue un éxito, muchos fanáticos aún añoraban la química original de Pink Floyd.
En 2005, los cuatro miembros originales de Pink Floyd —Gilmour, Waters, Mason y Wright— se reunieron para una actuación única en el concierto benéfico Live 8. Aunque el evento generó esperanzas de una reconciliación, las tensiones personales no se resolvieron. Waters y Gilmour retomaron caminos separados, manteniendo críticas públicas entre sí.
En los últimos años, las fricciones han resurgido, especialmente por cuestiones políticas y personales. Gilmour y su esposa, Polly Samson, han hecho declaraciones duras contra Waters, acusándolo de «antisemitismo y misoginia». Waters, por su parte, ha criticado las decisiones creativas de Gilmour y el legado de la banda tras su partida.
La rivalidad entre Waters y Gilmour ha dividido a los fanáticos de Pink Floyd durante décadas. Por un lado, están quienes valoran la visión conceptual y lírica de Waters, y por otro, quienes prefieren el virtuosismo y el enfoque melódico de Gilmour. A pesar de sus diferencias, el legado de Pink Floyd sigue siendo uno de los más influyentes en la historia de la música.
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